Un embarazo son nueve meses de dulce (a veces también angustiosa) espera. Es un periodo de esperanza, de alegría, proyectos, ilusiones. También constituye una etapa de miedos, temores e incertidumbre. Pero no se trata sólo de un proceso psicológico. El embarazo es un gran reto para el cuerpo de una mujer. Nuestra anatomía debe cambiar drásticamente creando el espacio y la estructura para acoger al bebé (placenta, cordón umbilical). El útero crece hasta siete veces su tamaño. Crecen también las mamas, se distienden las articulaciones, se retienen líquidos, aumenta el nivel de sangre en circulación… Todos estos cambios afectan a la estabilidad y a la postura de la futura mamá.
La columna vertebral está dividida en regiones, cada una compuesta por un determinado número de vértebras que están sostenidas por diversidad de músculos y ligamentos. Y además no es completamente recta, sino que presenta en cada una de estas regiones diferentes curvaturas (puedes recordar las diferentes curvaturas de la columna pinchando aquí).
Conforme avanzan las semanas y el tamaño del abdomen crece, el peso a nivel pélvico aumenta, el útero en expansión desplaza nuestro centro de gravedad, los músculos abdominales se debilitan y la columna se ve sometida a una presión adicional. Este proceso suele ir acompañado de un incremento de la curvatura lumbar. Es el fenómeno conocido como hiperlordosis lumbar, que te explicamos en detalle aquí.
Esta curvatura acentuada obliga a la musculatura de la zona lumbar a hacer mayor esfuerzo del habitual, lo que facilita su contractura y puede desencadenar dolor en esta zona.
La buena noticia es que tras el embarazo lo normal es que la columna recupere su curvatura normal.
En algunos casos, la hiperlordosis también puede sobrecargar la articulación facetaría o interapofisaria y ésta puede llegar a dañarse y provocar el llamado síndrome facetario.
SINDROME FACETARIO
Cada vértebra se conecta con la inferior a través de una zona ósea formada por las articulaciones facetarias. Estas dirigen y guían los movimientos de las diferentes partes de la columna (movimientos que explicamos aquí), protegen los discos intervertebrales y soportan parte del peso que aguanta la columna. Cada articulación interapofisaria está reforzada por ligamentos y músculos. A este respecto, puedes encontrar información detallada pinchando aquí.
El síndrome facetario consiste en el dolor proveniente de las articulaciones interapofisarias y los tejidos blandos adyacentes como consecuencia de un aumento de carga sobre las articulaciones. Además, está muy relacionado con la hiperlordosis lumbar. Este síndrome provoca dolores en glúteo y cadera, rigidez lumbar, dolor difuso referido a la primera pierna por la cara posterior, simulando la ciática.
Este síndrome también puede causar dolor en la zona lumbar y dolor referido a la pierna. Sin embargo, habitualmente es preciso mantener la sobrecarga durante un período de tiempo mucho mayor que el que dura un embarazo para que la articulación facetaria llegue a verse afectada, por lo que no es común que aparezca dolor debido a este mecanismo en el embarazo si la articulación estaba previamente sana.
¿PUEDE EL EMBARAZO AFECTAR A LA PARTE SUPERIOR DE LA ESPALDA?
Lamentablemente, la mala posición de la columna al intentar compensar los hombros y la cabeza la hiperlordosis lumbar, puede provocar contracturas y dolor en la musculatura superior (dorsal) de la espalda, afección conocida como dorsalgia.
Las contracturas aparecen al exigir a la musculatura un esfuerzo mantenido durante el periodo del embarazo. Al contracturarse los músculos, se activan los nervios de dolor que están presentes en el músculo y se desencadena dolor de espalda. Además, el músculo contracturado puede presionar la arteria, comprometiendo la circulación sanguínea, lo cual puede generar un círculo vicioso.
DOLOR COSTAL
En el último trimestre de embarazo, el útero habrá desplazado a los órganos abdominales como el intestino o el hígado. Estos órganos desplazados podrían provocar presión sobre los nervios intercostales (neuritis intercostal), pudiendo llegar a producir un dolor agudo, generalmente en un solo lado del tórax, desde la parte anterior a la posterior.
RELAJACIÓN DE LA MUSCULATURA ABDOMINAL
Durante el embarazo, resulta inevitable que la musculatura del abdomen se relaje para dejar espacio al útero y la matriz.
De hecho, si la futura mamá no estaba especialmente tonificada, la relajación de esta musculatura se acentuará más desde las primeras fases. Esto provoca que la embarazada se arquee hacia atrás y, para mantener la estabilidad, use en exceso la musculatura de la espalda para mantener su equilibrio. Este es otro proceso que puede provocar dolor o contracturas en la parte lumbar.
DOLOR PÉLVICO
La pelvis es la región anatómica más inferior del tronco. Si bien no forma parte de la columna vertebral, está limitada por los huesos sacro, coxis y coxales, así como por los músculos de la pared abdominal.
En la pelvis se encuentra el aparato reproductor femenino, por lo que lógicamente es una de las regiones más afectadas por el embarazo.
Las dos mitades de la pelvis se unen por la parte delantera a través de una articulación rígida llamada sínfisis púbica, la cual está reforzada por múltiples ligamentos por lo que, en condiciones normales, permite muy pocos movimientos.
Durante el embarazo, nuestro cuerpo genera una hormona llamada relaxina que ablanda los ligamentos de la pelvis. Llegados a este punto, se puede producir una disfunción de la sínfisis púbica, por ejemplo si un lado de la pelvis se mueve más que otro. Esta disfunción puede producir dolor pélvico, dolor en la parte baja de la espalda, en las ingles o en la cadera. Estas molestias pueden persistir después del parto hasta en un 60% de los casos.
LA CIÁTICA, QUIZÁS EL SÍNDROME MÁS FAMOSO DURANTE EL EMBARAZO.
El nervio ciático es un nervio especialmente vulnerable a la presión debido a su grosor y extenso recorrido, por lo que es normal que durante el embarazo un 30% de las mujeres sufran dolor en esta zona. Es el nervio periférico más largo del organismo. Se forma a nivel de la pelvis, entre la zona lumbar y sacra, a partir del plexo sacro. Atraviesa la pelvis, discurre lateralmente en la región glútea y continua por la parte posterior de la pierna, hasta el borde externo del pie.
El aumento de peso debido al embarazo, la relajación de los abdominales, la falta de potencia en los glúteos y el sedentarismo que se suele adoptar durante estos meses pueden provocar una sobrecarga que produce una presión sobre el nervio ciático que ocasiona un dolor que puede comenzar a nivel de la espalda, como un entumecimiento, e irradiarse a la parte posterior de los muslos. También relacionada con este proceso está la producción de la hormona relaxina que, como decíamos, ayuda a reblandecer la zona del pubis y la matriz para, llegado el momento, facilitar la salida del bebé a través del canal del parto. Esta distensión de los músculos relaja los ligamentos y provoca el conocido dolor de ciática.
FALTA DE POTENCIA EN LOS GLÚTEOS
Además, los glúteos, que normalmente estabilizan la pelvis y aportan un apoyo estable a la columna lumbar, pueden no tener suficiente musculatura como para soportar el incremento de peso y la variación de la postura de la columna que genera el embarazo. Así, los glúteos no podrán estabilizar la articulación sacro-ilíaca, que fija la columna a la pelvis, lo cual producirá dolor en zona lumbar baja y las nalgas.
LUXACIÓN DEL COXIS
Durante el alumbramiento, el bebé, al pasar por el canal normal del parto, puede desplazar el coxis, que típicamente está inclinado hacia atrás, sobre todo si existe cierta desproporción entre el tamaño del niño y la pelvis de la madre. En tales casos podría producirse la luxación del coxis, que consiste en una separación de esta región respecto del sacro, originando un desgarro de los ligamentos que unen la coxis al sacro. Esta distensión de ligamentos puede resultar muy dolorosa y desencadenar la inflamación de la zona. El riesgo de esta luxación es relativo, puesto que en condiciones normales la articulación coxis-sacro no se mueve. Solo si el desgarro es muy importante, y al no existir músculos que unan ambas regiones, la curación puede alargarse en el tiempo.
Y por fin, después de nueve meses de espera, y de superar todas estas posibles lesiones, dolores o incomodidades, la mamá puede tener a su bebé entre sus brazos y empezar a disfrutarlo mientras su anatomía recupera, poco a poco, su forma y postura natural.
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