viernes, 28 de noviembre de 2014

LAS HERNIAS LUMBARES

La hernia lumbar es una lesión frecuente del disco vertebral a este nivel, y por ende afecta a las vértebras lumbares. Como ya explicamos en el post de la estructura básica de la columna, justo en la conjunción lumbosacra el peso del cuerpo se descompone en dos fuerzas, provocando así inestabilidad en esta zona, que por otro lado soporta todo el peso de la cabeza y columna. La mayor parte de las hernias discales degenerativas suelen aparecer justo aquí, en la charnela, entre L5-S1. No obstante, por diversas cuestiones, aparecen a otros niveles lumbares, e incluso afectan también a vertebras dorsales o cervicales.

Nosotros nos centraremos en esta patología a nivel lumbar. Lo primero, es comprender porque sucede, y que significa realmente este término.

Los discos lumbares, en especial los anillos fibrosos, se encuentran sometidos a tensiones repetidas que terminan degenerando este anillo, provocando pequeños desgarros o fisuras discales. Debido en gran parte a la deshidratación de del núcleo pulposo, si la situación traumática se mantiene, se terminan deformando las fibras, ya que éste las empuja formando una protuberancia, provocando así mismo, la descentralización del núcleo pulposo de forma crónica. A este este cambio de estado del disco se le llama protusión discal, que sería el antecesor de la hernia, pero cuando se llega a romper el anillo, provocando la salida del núcleo pulposo, nos encontraríamos ante la lesión de hernia discal propiamente dicha.


Tanto la protusión, como la hernia provocan en muchos casos el contacto con la médula espinal o con las raíces nerviosas, provocando una afectación neurológica que varía según los casos desde dolor intenso, perdida de fuerza o movilidad, pérdida de sensibilidad e incluso atrofia muscular, puesto que los músculos al no recibir los impulsos nerviosos necesarios dejan de inervar al músculo, ya sea de forma motora (afectando al movimiento) o sensitiva (afectando a la sensibilidad del propio músculo y piel).
En los casos en los que no hay afectación nerviosa, no obstante, se aprecia falta de estabilidad en la zona, que igualmente provoca que muchos movimientos no se realicen correctamente, rectificándose en este caso la curvatura lumbar, por una contracción excesiva de los músculos, así como escoliosis, por la tensión que ejercerían en mayor grado, los músculos de un lado de la columna respecto al otro.

Toda esta variada sintomatología, la mayoría de las veces muy dolorosa, se traduce en la visita al médico. En primer lugar para tratar los síntomas, y en segundo, para un diagnóstico diferencial por parte del especialista si los síntomas persisten después de acciones terapéuticas iniciales.

Entre las acciones terapéuticas propuestas con efecto inmediato, encontramos la potenciación muscular, necesaria para estabilizar lo mejor posible la zona afectada, gracias al fortalecimiento de los músculos intervertebrales. En muchos de los casos los pacientes que siguen una rehabilitación consistente en este fortalecimiento, perciben una mejora del dolor y la sintomatología asociada, aunque no mejore la patología discal en sí. También existen los tratamientos pasivos, consistentes en masaje, electroterapia y ultrasonidos, que disminuyen la inflamación local así como favorecen la relajación muscular. Y por último, destacamos el tratamiento quirúrgico, que se lleva a cabo con los pacientes que habiendo agotado todas las vías de tratamiento posibles, continúan con los síntomas o bien estos han progresado. Cuando la hernia provoca la atrofia muscular, afectando a la función motora del nervio, la cirugía se impone a fin de evitar una atrofia crónica, y por lo tanto una discapacidad funcional de alguno de los miembros inferiores, debido a que cuando hay afectación de las ramas nerviosas a este nivel, éstas se corresponden con las inervaciones de los músculos de las extremidades inferiores.

Para comprender mejor la lesión, aquí tenéis este vídeo ilustrativo.

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